.

www.tiffotos.com/circo/circo.htm

30.1.08

Texto común

El artista del trapecio

(Primer sufrimiento)

Un trapecista –como es sabido, este arte que se practica en las alturas, bajo las cúpulas de los grandes teatros de variedades, es uno de los más difíciles entre todos los accesibles al ser humano–, primero por un simple afán de perfeccionamiento, luego por una costumbre que acabó siendo tiránica, había organizado su vida de manera tal que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en el trapecio. Todas sus necesidades, por lo demás modestísimas, eran atendidas por criados que se turnaban la vigilancia desde abajo, y que en recipientes expresamente fabricados hacían subir y bajar todo cuanto se necesitaba arriba. Este tipo de vida no entrañaba dificultades especiales para la gente de su entorno; solo resultaba un poco molesto el hecho –imposible de disimular– de que durante los otros números del programa él permaneciese en lo alto; y aunque en esos momentos se quedaba por lo general inmóvil, siempre había alguna mirada que se extraviaba de vez en cuando desde el público hasta dar con él. Los directores, sin embargo, se lo perdonaban porque era un artista extraordinario e insustituible. Se daban cuenta, además, de que, claro está, no vivía así por capricho y de que, en efecto solo de ese modo podía entrenar continuamente y preservar la perfección de su arte.

Pero la vida allá arriba era por otro lado saludable, y cuando en la estación cálida se abrían las ventanas laterales en toda la redondez de la cúpula y junto con el aire fresco penetraba, poderoso, el sol en la penumbra del lugar, aquello era incluso hermoso. Cierto es que sus contactos humanos eran limitados, solo de vez en cuando trepaba hasta él algún compañero acróbata por la escalera de cuerda y, sentándose ambos en el trapecio, apoyados a derecha e izquierda en las cuerdas de sustentación, charlaban; o bien venían albañiles a reparar el techo e intercambiaban unas cuantas palabras con él por alguna ventana abierta; o algún bombero inspeccionaba la iluminación de emergencia en la galería superior y le gritaba unas palabras respetuosas, aunque poco inteligibles. El resto del tiempo lo rodeaba el silencio; a veces, algún empleado que se perdía por la tarde en el teatro vacío alzaba, pensativo, la mirada hacia esas alturas que casi se sustraían a la vista, donde el trapecista, sin saber que alguien lo estaba observando, practicaba su arte o descansaba.

Así habría podido vivir tranquilamente el trapecista de no haber sido por los inevitables viajes de un lugar a otro, que le resultaban en exceso molestos. Cierto es que el empresario cuidaba de que al artista se le ahorrase cualquier prolongación innecesaria de sus sufrimientos: para desplazarse en las ciudades utilizaban automóviles de carreras con los cuales, a ser posible de noche o en las primeras horas de la madrugada, se lanzaban por las calles desiertas a gran velocidad, aunque siempre con excesiva lentitud para el trapecista; en el tren reservaban un compartimiento entero donde el artista se pasaba el viaje arriba, en la rejilla para el equipaje, un sucedáneo lamentable, sin duda, pero en cierto modo equivalente a su forma de vida habitual; en el teatro que iba a ser escenario de la próxima representación instalaban el trapecio en su lugar ya mucho antes de la llegada del trapecista, también se dejaban abiertas de par en par todas las puertas que daban a la sala y libres todos los pasillos. Pero los momentos más hermosos en la vida del empresario eran siempre aquellos en los que el artista ponía el pie en la escalera de cuerda y al instante estaba otra vez colgado arriba, por fin, en su trapecio.

Por mucho éxito que el empresario hubiera cosechado en tantos de esos viajes, cada nuevo desplazamiento le resultaba penoso, pues, al margen de todo lo demás, los viajes tenían efectos destructivos en los nervios del trapecista.

Y así, un día en que viajaban juntos –el artista soñando en la rejilla para el equipaje, el empresario frente a él, apoyado en una esquina de la ventanilla, leyendo un libro– el trapecista se dirigió a él en voz baja. El empresario se puso enseguida a su servicio. El trapecista dijo, mordiéndose los labios, que para sus prácticas necesitaría tener siempre, a partir de entonces, dos trapecios en vez de uno, dos trapecios frente a frente. El empresario se declaró de acuerdo en el acto. Pero el trapecista, como queriendo hacer ver que la aprobación del empresario tenía en este caso tan poca importancia como la que hubiera tenido su desacuerdo, dijo que nunca más y bajo ningún concepto trabajaría con un solo trapecio. Pareció estremecerse ante la idea de que aquello pudiera ocurrir alguna vez. El empresario corroboró de nuevo, titubeante y observándolo, su total acuerdo: dos trapecios eran mejor que uno, dijo, y esa nueva disposición presentaba además la ventaja de diversificar el espectáculo. Pero el trapecista rompió de pronto a llorar. Profundamente asustado, el empresario se incorporó de un salto y le preguntó qué pasaba, y al no obtener respuesta, se subió al asiento, acarició al artista y pegó su cara contra la suya, que quedó bañada por las lágrimas del otro. Sin embargo, solo después de muchas preguntas y palabras cariñosas dijo el trapecista entre sollozos: «Con una sola barra en las manos…¿cómo podría yo vivir?». Y al empresario le resultó entonces más fácil consolarlo; prometió telegrafiar ya desde la próxima estación al lugar de la siguiente representación por lo del segundo trapecio; se reprochó haber hecho trabajar al trapecista tanto tiempo en un solo trapecio, agradeciéndole y alabándole el haberle hecho ver al fin aquel error. Así logró el empresario tranquilizar poco a poco al trapecista y pudo regresar a su rincón. Él mismo, sin embargo, no estaba tranquilo; con gran preocupación observaba a hurtadillas al artista por encima del libro. Si pensamientos como éstos empezaban ahora a torturarlo, ¿podrían alguna vez cesar del todo? ¿No acabarían amenazando su existencia? Y el empresario creyó ver en verdad cómo ahora, en el sueño aparentemente plácido en que había concluido el llanto, empezaban a dibujarse las primeras arrugas en la frente lisa e infantil del trapecista.

FRANZ KAFKA (1883-1924)

Relato perteneciente a la serie intitulada “Artista del hambre”. 1924. EN: Ante la ley. Escritos publicados en vida. Barcelona, Random House Mondadori. De bolsillo. 2005. Versión castellana de Juan José del Solar. p.223-226.

Este relato comúnmente conocido como Artista del trapecio lleva por título verdadero el de Primer sufrimiento. El cambio de título obedece a la nueva traducción al castellano de la obra completa de F. Kafka que sigue la edición alemana, crítica y definitiva publicada por la editorial S. Fischer.

El texto que ud. leerá pertenece a esa nueva traducción castellana, que ha corregido los problemas de su antiguo editor y amigo: Max Brod.


29.1.08

Puentes

Puentemitadecamino para lectura de ‘El artista del trapecio’


  • La arquitectura del circo no puede no ser nómada, el artista del trapecio es un sedentario en su trapecio móvil. Ambos modelos (nómada-sedentario) subyacen o constituyen los ánimos y comportamientos de quienes forman parte de las carpas (escritores, empresarios, trapecistas, contorsionistas, monos, tigres, usted y yo).


El puente en este caso refiere a los modelos mencionados y al trapecio de cadascun.


  • El empresario comprendía que la tensión entre un desplazamiento y otro podían arruinar al artista, pero moverse era la vida del circo. Sabía perfectamente que ud. y yo habíamos viajado algunos kilómetros para apreciar su arte y conocía que en ese movimiento de ellos y nosotros habitaba la presión de un nomadismo, un modo de conjurar el miedo al sedentarismo, la rutina, la sequedad…

28.1.08

Producciones

A continuación se enumeran las producciones de los participantes del 2do juego
(la presentación de las producciones responde al orden de recepción de las mismas)





_____________________________________

Diego De Souza
1.

_____________________________________

Diego Balmaceda
2. Atado

El empresario trepó por la escalera de cuerda, ya temía en los últimos tiempos hablar con él, no bien se acercó el trapecista dijo: ­- No tengo ganas de hablar; un poco porque estoy cansado y otro poco porque no tenemos nada que decirnos. Tú y yo usamos ya el mismo lenguaje, nos servimos de las mismas comparaciones, a causa de estos años de trabajo conjunto sentimos y juzgamos de un modo común . Cuando tú abres la boca, yo aventuro tus palabras, y me parece inútil responderte puesto que tú, a la vez, adivinas también mi contestación. Después de compartir estos años de cariño, de ordenes y miradas bonitas ha creado en nosotros, como en tantos, un equilibrio que se llama ¡Armonía! o ¡Monotonía!, da lo mismo. En verdad no bastará con dos trapecios, sino más bien un cambio de circo, yo siento ahora una verdadera necesidad de marcharme.
El empresario retrocedió, sorprendido se inclinó hacia atrás, lo miró fijo a los ojos y con sus labios casi inmóviles murmuró: - ¿ Marcharte?. El trapecista escudriño con una mirada rápida todo el circo y prosiguió: - Dicen que el caballo de circo o el caballo de coche, se reanima al oír una marcha militar. Pues yo me siento un poco como ese caballo, tú mi empresario querido ya tienes tu rumbo y tus años viejos, yo en cambio confío en primaveras o inviernos nuevos. Tú sin querer me has dormido, me has dominado porque me amas con nobleza. Si duermen en una misma cama una vieja y su nieto, el niño envejece y la vieja absorbe su juventud. El empresario asintió con su cabeza pero agregó con despecho: - No comparto del todo, dudo que nos conozcamos tanto, pues bien estoy dispuesto a acompañarte hasta la puerta, y a despedirte sin dar ningún portazo.
La puerta ha quedado abierta y el muchacho aún duda si bajar y huir.

__________________________________________

Martha Palacio Avendaño

3. Segundo trapecio

El empresario creía comprender. La frente ya no lisa, la señal del adiós de la infancia, un pliegue por momentos esbozado.
La calma de aquel sueño tras el llanto, parecía la victoria de un sí para otro trapecio aunque más bien era la derrota de un arte por el espectáculo.
El empresario se deleitaba ante los números que imaginaba podía sumar con su nuevo espectáculo, pero se estremecía al pensar en las nuevas exigencias del artista. Los pliegues que creía ver en la frente aún lisa, eran la señal inequívoca de una rutina. Entre montar y desmontar la carpa el empresario se llenaba de ilusión ante lo venidero. El artista por su parte, con cada monte y desmonte de la carpa, se empolvaba las manos con tanta concentración como si se tratara del movimiento más difícil, del número que más requería de su disciplina. Entre cada partida y llegada el artista ponía a prueba su arte, sabía del riesgo que podía haber en cada desplazamiento: perder el norte en sus movimientos y trato con los otros, olvidarse esta vez del arte de la adulación y la modestia.
El trapecista ya no niño no lloraba pues por una pérdida, sino por el acecho de nuevas conversaciones que hicieran de su danza en el aire el regocijo de un espectáculo. Los movimientos del trapecista: su ir y venir pendiendo, su vulnerabilidad convertida en precio, el respeto ante la gravedad, su maravillosa intrepidez y esa grácil forma de ondear con el aire, habían ido tejiendo una maraña de razones para pedir un segundo trapecio. Si lograba moverse de un trapecio a otro, podría hacer que su danza representara el vuelo de los pájaros.
Él sabía bien que sus acrobacias en el aire se rentabilizarían, pero también sabía que si su arte no era el modo de vida que pudiera defender acto tras acto, su triple salto sería mortal. Cada giro y anhelo de volver a tocar la barra le llevarían de la mano de la angustia por parecer una especie de masa que se mueve con el viento a su capricho.
Si cedía a pedir ese otro trapecio, porque estaba cediendo a romper su rutina para ganar visitantes, era por augurar el éxito al director, pues él ya no se sentía parte de ese juego infantil del riesgo, de ese salto sin ataduras. Ya no era él quien buscaba la perfección y la ligereza, ya no le interesaba conjurar a las víctimas que acudían al circo para ser encantadas con la fantasía de ese lugar que cada seis meses hacía de lo imposible lo posible y del absurdo un sentido. El trapecista a su corta edad entendía bien el juego de aparecer y desaparecer sobre la barra. Pero esta vez el juego había terminado. El arte podía desvanecerse en el mismo viento y la ligereza, la levedad que había conquistado desde sus primeros años juveniles, habría empezado a ser un recuerdo. El trapecista temiendo ya no pertenecerse, abandonando su arte y su modo de vida iban a dejar la huella honda de un querer reposar. La estrategia del segundo trapecio haría que su vuelo como el de los pájaros no necesitara nada, aunque para seguir triunfando alguien le añadiera un fin como el divertimento.
El trapecista, cada día menos niño, perdía el frescor del salto y su nueva rutina se le presentaba como una exigencia de volver a bajar del trapecio y hacerse un hombre solitario. Si salto de un trapecio uno a un trapecio dos, pensaba, los convidados sabrán que mi arte ha mejorado. Pero mi deseo es extenderme en el aire y dejarme reposar en él.
Presentar a un artista con dos trapecios podría entenderse como cuestión de la complejidad de su arte, sus movimientos pendulares, vibrantes para alcanzar con precisión a la barra serían la muestra de un movimiento complementario, el fin por el que el público vendría a ver su vuelo. Y ello no era cuestión que pasara del todo inadvertida al empresario.


__________________________________________
Natalia Franco

4.

Che, estuve leyendo un cuento buenísimo, de Kafka, es uno de un trapecista, ¿lo conocés?, ¿no?
Te cuento, porque quería charlar un rato de esto con vos, es que leyéndolo se me plantearon un montón de cosas.
Te lo resumo un poco, como para que tengás una idea.
Resulta que hay un tipo, el trapecista, que vive en el circo.
El loco es re bueno, pero esta todo el día en el trapecio, no baja para nada, ni siquiera para comer. El trapecio es su
mundo, es todo para él. Un día, como pasa a veces, el circo se tiene que trasladar, y la movida es re grosa, porque el flaco
no se puede despegar del trapecio, así que el tiempo que dura el viaje, el loco está re mal, desesperado por llegar, porque el
casi nunca baja, se pone muy nervioso y el dueño del circo, que viaja con él, se re preocupa, porque como el tipo es muy
bueno en su laburo tiene miedo que le pase algo y perder la estrella del circo. Cuando están en el viaje, el trapecista
se pone muy mal, no habla y se pone a llorar, entonces el del circo se acerca y le pregunta que qué le preocupa, y él le
dice que quiere un show con dos trapecios y el otro le dice que sí, que no hay drama.
Ahí termina, ahora lo que a mí me pasó fue re loco, porque empecé a pensar... y si el cuento es una metáfora?? Que tal si
lo que aparece ahí como un trapecista es un tipo cualquiera, y el trapecio es alguna cosa a la que está colgado y no se puede
despegar, que se yo, como le pasa a un amigo mío que si no labura 18 horas por día se vuelve loco, como si tuviera miedo de
hacer algo con su tiempo libre, o a una prima, que esta re flaca, pero si engorda un kilo, se vuelve loca y quiere bajar dos.
Después pensé que a lo mejor podía ser el típico "colgado", ese que está en las nubes, que nunca pisa el suelo, y que tiene un
poco de miedo a lo real, a lo de verdad.
Estuve un rato así, pensando, y después dije, no, esto es cualquiera, porque el flaco este, Kafka, es re groso, no creo que
haya pensado estas pelotudeces cuando lo escribió. Es un cuento, una historia, además no conocía ni a mi amigo, ni a mi prima,
creo que ni habían nacido cuando el tipo lo hizo.
A vos qué te parece?? es cualquiera, no?
Me parece que estoy un poco chapa, olvidate, mejor hablemos de otra cosa.
Cómo andan tus cosas? Me enteré que te compraste una casa, me dijeron que está re buena, ¿tiene garage para el Audi? Es que
claro, como quieren tener pibes, primero hay que asegurase algunas cosas, además nunca se sabe, ¿viste?, porque.. ¿cómo hace uno
sin guita, sin casa propia, sin auto,, sin internet, sin vacaciones en un buen hotel, sin shopping, sin spa?. Yo te
entiendo, me pasa lo mismo, el otro día me robaron el celular, me puse re mal, me quede callado, no podía hablar y me puse a
llorar, entonces mi mujer se acercó y me preguntó que qué me preocupaba, y le dije que por las dudas que me pase de nuevo,
es mejor tener dos celulares y ella me contesto que sí, que es mejor.


__________________________________________



Marcel Bofill

5.


__________________________________________


Susana Capitanelli


6.



trapecio
aire
tierra
piso
trapepiso
el piso es un trapecio
giro voltereta giro gira giran giramos contorneamos voltereteamos torsionamos torsión
contorsión
con-torsión
torsión-con

tango
torsióntango
tangopiso tangopuente tangoaquí allátango mundotango
tangovida tangollanto tangoqueja tangorrisa trapetango
tango
tanto
tanto tango
tanguedia





El tango es un arte corporal que se practica a ras del piso, bajo el cielo estrellado de alguna plazoleta o bajo las luces de un café vuelto milonga.
El tango es una queja o una risa que ejecutan dos trapecistas sobre un pisotrapecio, sin más cuerdas de sustentación que sus piernas y el compás.
El trapetango pide más que un simple afán de perfeccionamiento: hay que poner el cuerpo entero y entregarlo al otro. El contacto humano tiene sólo los límites del dos por cuatro. Se trata de dos trapecistas frente a frente, erguidos desde su ejetrapecio, cuerpo a cuerpo, costado a costado. Dos junto a otros muchos dos: el tango es gregario, no resiste la soledad, sí el tiempo.
El tango hace imposible la inmovilidad. Todo instante de quietud presiente y contiene


movimiento: torsión, giro, girosalto, roce, voltereta, un corte y una quebrada. Tanguedia.
No hay sucedáneos del tango, que responde a un modelo nómade-sedentario: sus tangorsiones provienen de un pasado nómade, arraigan, se sedentarizan, crecen, se transforman, Piazzolean, Boccatangan, Mederan y tangojazziran, se inquietan y parten. El tango viaja en el espacio y en el tiempo, puentea, conjura el miedo a la quietud y a la torpeza. Uno, dos, tres, cuatro, giro, puente entre geografías, razas, edades, con arrugas y sin arrugas. Prohibido para niños de frente lisa e infantil.
El tango no amenaza la existencia, se desliza cadencioso por ella. Pasión tolerante de otras pasiones, fluye, transpira, muscula, enreda y desenreda.
El tango es un conjuro para anular la kafkiana soledad del trapecista.



__________________________________________




Silvina Juri

7. Dos hermanos trapecistas

-continuaron con la profesión de su padre-



Él –ensimismado en el trapecio- decidió no despegarse de la barra (su padre).


Afanado en perfeccionar su arte decidió
no salir,
no bajar,
quedarse arriba,
aquietarse en un sitio,
conocer lo conocido
¿sedentarismo de pensamientos?



Y más aún: el arrepentimiento de no haberse servido de su génesis progenitora al pedir un segundo trapecio (su madre)
en donde refugiarse definitivamente.






Ella -Suma Katra, trapacista de muda voz- prefirió desasirse (sólo un poco) del trapecio (su padre)
Se sirvió de él para mostrar su arte,


su belleza –pura estética-


Decidió
bajar,
salir,


subir,
mover-se,
viajar,
¿nomadismo de pensamientos?


Conoció el amor –el Sr. Betz, un hombre tronco- su segundo trapecio,

su única voz.

(*)

(*) Referencia a "Jesús Betz" (2001)


______________________



Sebastián Serrani


8. El trapecio, entre moverse y quedarse quieto.



I
… Entonces el trapecista está, de algún modo, encerrado en su trapecio, atravesando, como sugiere el titulo del cuento, su primer sufrimiento.
El artista del trapecio habita la rutina de ser nómada siendo incomodado por ella, tal como plantea el relato “hubiese podido vivir tranquilamente de no haber sido por los inevitables viajes de un lugar a otro”. El hecho de no soportar los “desplazamientos” determina cierto sedentarismo del artista, quien prefiere, siguiendo a la ficción, quedarse sentado, sin que el circo mude, hamacándose en su trapecio, mirando a los hombres desde arriba como lo hacen los pájaros.

II
El trapecio posibilita un movimiento de “ir y venir”, pero quien va y viene en un trapecio tanto como en una hamaca o columpio está “siempre” en el mismo punto. Quien se columpia, hamaca o trapecea se halla siempre en el mismo lugar.
El trapecio permite un movimiento pero no posibilita un desplazamiento.
Esta particularidad de “no desplazamiento” del objeto-trapecio insinúa idéntica particularidad del artista del trapecio, quien parece complacerse de los movimientos en el trapecio pero no de los desplazamientos con el circo.

III
Siguiendo la idea de la negación del desplazamiento y considerando que no todo movimiento genera un desplazamiento, es decir, no todo movimiento permite un nomadismo, podríamos referir a los móviles de Calder, los cuales y al igual que la rueda de bicicleta de Duchamp están fijos a un punto, es decir, se mueven pero no se desplazan.

Rueda de bicicleta, 1913 Estrellas danzantes, 1940




El movimiento de la rueda de la bicicleta depende de la mano de quien la haga girar, la rueda gira, da vueltas como en un contrasentido y queda fijada a un taburete.

Los movimientos de los “móviles’ están ligados a la naturaleza, principalmente al aire, librados a él. Es el viento quien mueve estructuras de metal, las cuales, dan vueltas alrededor de un eje.


IV



El trapecio - El trapecista

Los móviles

La rueda

Los pájaros




__________________________________________


Tomás Muñoz Sacristán


9. Grasa


Ayer noche, cuando salí del templo, me rondaba la cabeza una melodía cuya procedencia no identificaba. La ciudad estaba oscura. Primero cortaron la luz. Las autoridades prometieron que sería transitorio. En seguida los ladrones de cobre se llevaron el tendido. Pronto solo quedó luz donde había ruido, en aquellas esquinas en las que los vecinos instalaron grupos electrógenos. Hombres armados vigilaban el ruido. Yo caminaba tranquilo. Mi melodía, extrañamente clara frente al ruido denso. Un anciano andrajoso no supone ni una presa ni una amenaza.

Antes de llegar a casa reconocí la melodía. Miriam. Era la música del número de Miriam. Tantos años atrás.

—Sólo se puede ser nómada donde el territorio no tiene dueños.
Miriam mantenía conversaciones con seres invisibles mientras yo le daba de comer pan mojado. No tenía dientes.
—¿De qué hablas, Miriam?
Cuando conocí a Miriam ella era la amante del Ogro. Yo entré a trabajar en el circo como servidor suyo. Servidor del Ogro, quiero decir.
—Un nómada precisa de una buena cabalgadura —repetía Miriam para sí.
Miriam fue trapecista. Yo estaba enamorado de ella y ella lo sabía y me sonreía y me besaba alguna vez en la mejilla mientras esperábamos al Ogro.
Luego la recogí cuando el Ogro se suicidó. Un terrible suicidio dedicado. Un suicidio que condujo a Miriam a la locura. Pesadillas con superficies grasientas. La grasa, una película resbaladiza que lo recubría todo, todos los asideros a los que ella trataba de echar mano. Hundía sus manos en el talco y el talco se transformaba en manteca. Le entró pánico a actuar.
Me hubiera gustado curarla, sanarla, devolverla a su cordura como el caballo desjinetado vuelve aturdido al refugio del establo. Paja amarilla en el suelo.
—Los que se están quietos siempre tienen envidia de los que nos movemos.
Miriam estaba loca pero tenía razón. Los quietos son envidiosos. Así se torció todo. El Ogro perdió sus cocodrilos del amazonas en una ciudad ética y quieta que se los requisó por carecer de nosequé permisos. Amordazaron a los bichos y los cargaron en una ambulancia veterinaria para trasladarlos al zoo. Sin cocodrilos el Ogro no era nadie. Hablaba a la gente como hablaba a sus cocodrilos. Ya entonces bebía, ya entonces pegaba un poco a Miriam.

Salgo a la calle a buscar comida. Me ladra un perro, me enseña las fauces, corre a mi encuentro hasta tensar la cadena que tiene al cuello. El perro está amarrado a un bello palo rosa en floración.
—Un círculo de quince metros de radio —le hablo al perro definiendo su espacio, como si planteara un problema geométrico a un niño.

A veces Miriam se sumerge en un ensimismamiento placentero. Sonríe. Y reconozco en su rostro la situación lejana. Vuelvo a verla en lo alto. Cubierta en un crujiente envoltorio de aplausos, aclamaciones, miradas de admiración y asombro, bocas abiertas. Sintiéndose un animal distinto de los animales que aplauden. Sintiendo un enorme placer, pero también miedo de los animales que aplauden.
—En el aire uno está obligado a ser nómada. Es el territorio el que te obliga a ser nómada.

Cuando arrebataron al Ogro sus dientes temibles, sus animales-flecha-boca, el Ogro comenzó a hundirse lentamente. Le vimos descender, poco a poco, tragado por la envidia. Miriam y yo abandonamos la ciudad ética, siguiendo las actuaciones del circo y el Ogro se quedó. Se autoexilio deteniéndose. No quiso aceptar otro trabajo en el circo.
Arenas movedizas vino tinto en tetrabrik.
Compró una jaula y un canario (le llamaba Miriam) y vagabundeaba por la ciudad hablándole a su pájaro encerrado. Culpando a Miriam de su desgracia. Una mañana el canario amaneció tieso, congelado, y el Ogro en silencio, acumuló todas sus fuerzas para un último acto. Recogió un tablón estrecho y alargado de la calle, la antigua pared lateral de un armario. Se coló en un portal abierto. Cargó el tablón hasta la azotea como si fuera un viejo mozo de mudanza y allá arriba se las apañó para encajarlo y sujetarlo de forma que el tablón se convirtió en un trampolín para saltar al vacío. Todo eso lo leí en los periódicos. Saltó. Dicen que saltó desnudo. Se embadurnó el cuerpo con grasa y lo espolvoreó con brillantina y le dedicó su suicidio a Miriam. Una vecina lo vio y aseguró que una vez en el aire dio giros y piruetas torpes y enloquecidas.
En los periódicos no hablaron de maldición pero yo comprendí que esa caída era equivalente a trazar con un dedo en la tierra el camino por el que circulará el agua.

En la basura he encontrado un hueso. Un hueso largo. Un fémur quizás. Al volver a casa se lo tiro a mi amigo el perro. Pronto su círculo estará alfombrado por flores amarillas.


27.1.08

Ilación

ILACION DEL SEGUNDO JUEGO DE L.C.


Boceto de Guión para una obra de teatro basada en Primer Sufrimiento de Franz Kafka

PARTE A:
ANTES DE LA FUNCIÓN –en las afueras del circo-


Minutos antes de que comience la función un muchacho monta un cartel que dice: ¡Bienvenidos al circo Zanafkar! Junto al cartel arma un puesto de golosinas y coloca una jaula con un jilguero dorado. Luego arroja paja en el suelo donde se ubica un enano vestido de arlequín.

El niño: -El algodón de azúcar me gusta, quiero una bola y también quiero llevarle otra a mamá. Papá, ¿Cuándo llega mamá?-

El Observador: -Un padre le entrega a quien supongo su hijo una inmensa bola de algodón de azúcar. La cara del niño queda tapada por el algodón. ¡Ah! este olor del azúcar me lleva a los confites azucarados de casa de mi abuela y la imagen de la abuela me recuerda cuando hundía sus manos en el talco y el talco se transformaba en manteca.
El niño arranca con frenesí esta clásica golosina de circos y parques de diversiones. Al terminar de engullirla limpia sus dedos en el interior de los bolsillos del pantalón. Sus dedos están ocultos como quien hace trampa. El padre mira hacia uno y otro lado, sin percibir lo que acaba de hacer el niño. Se pone en puntas de pie para que su cabeza supere al resto de cabezas que dan forma a una geométrica fila. Luego mira su reloj.-

El niño: -Papá, ¿por qué tardamos tanto en entrar? Hay mucha gente aquí, ¿crees que mamá nos encuentre en medio de tantas personas?-

El Padre: -Esperá hijo, quedan unos minutos para que abran la carpa. Mamá va a tardar ya que ha estado …¡Ahora abren¡, vení, es por allá, donde está el arlequín.-

El Observador: -El niño sonríe y mira a su padre. El padre le devuelve la mirada, un espejo. La ansiedad infantil de lo que está por venir: “el circo”. El niño ríe y muestra sus dientes. Risa infantil. El padre le devuelve una sonrisa fingida. La fila sigue su curso, apunta hacia el arlequín. Detrás de mí, un hombre de frente ya no lisa huele a grasa. Murmullos. El padre husmea, repite el ejercicio de mirar por entre las cabezas buscando a alguien. Parece intranquilo.-

Se escuchan comentarios del público, frases referidas al ogro, a animales. Transcurren unos minutos y la fila de espectadores disminuye hasta quedar el muchacho sólo en la entrada. Éste desarma el puesto de golosinas y se lleva la jaula.

PARTE B:
DURANTE DE LA FUNCIÓN

El Observador: -El circo apaga sus luces, es la referencia del inicio. Tras segundos de oscuridad se ve un caballo que se anima al oír una marcha militar. Imagino sonidos de más caballos, de trotes, de viento, un túnel de viento, el ruido del galope se vuelve ensordecedor, siento correr a la par de salvajes animales. El sonido se apaga. Ahora se escucha sólo el ¡uhh, uhh! del público infantil. La luz lleva la mirada hacia una puerta roja que se abre. Tras ella, el muchacho duda en salir a escena, mira, sorprendido por el gran número de espectadores se inclina hacia atrás, queda fijo y con sus labios casi inmóviles murmura:-

El muchacho: -“Señor P” es hora de empezar la función, hay mucha gente afuera.-

El muchacho se va, desaparece.

El Observador: -El señor P lleva traje negro y un sombrero de gala. Su figura es esbelta, parece un hombre estirado, una especie de Quijote. P se ubica sobre una circunferencia en el medio de la carpa, su presencia intimida, juega con el miedo de quienes espectan. El miedo desatado entre miradas de admiración y asombro. Miedo, pesadillas con superficies grasientas. La grasa, arenas movedizas se presentan en mí como si fuesen reales. Pesadillas fugaces. El juego del circo-

El presentador P: -¡Señores y señoras, damas y caballeros, niñas y niños, con ustedes: el Ogro y los temibles cocodrilos del Amazonas!-

El arlequín le avisa a P con un: ¡toc, toc! que su tiempo termina; entonces P cruza sus piernas, lleva su mano derecha hacia el sombrero, se lo saca y a la vez agacha su cabeza hasta las rodillas dibujando una exagerada reverencia. Tras erguirse, da media vuelta, se retira galopando y se esconde detrás de la puerta roja.
Transcurre … y termina el número del Ogro y los cocodrilos. Los animales desaparecen. Las luces del escenario disminuyen. Un cono ilumina una esquina de la pista.

El Observador: -P vuelve al escenario silbando una melodía cuya procedencia no identifico, ¿será…? Parece Piazzolear.-

El presentador P: -Aquí estamos nueva-mente. ¡Sí amigos, nueva-mente! en este maravilloso país de maravilla...Este es el momento más dramático de la función, el momento de aparición del “señor T”: “el trapecista”.-

Suenan aplausos y música de redoble de tambor que el presentador hace silenciar con una señal de detención mientras continúa hablando. El público murmura. Algunos de los actuantes mueven sus manos, señalan al escenario.

El presentador P: -Pero antes de la aparición quiero contarles que T vive arriba, apoyado en una diminuta barra de metal. T es como un pájaro y el trapecio las ramas del árbol donde anida.

Cada vez que iniciamos el monte y desmonte de la carpa, T suele empolvarse las manos con tanta concentración como si se tratara del movimiento más difícil, del número que más requiere de su disciplina: T enfrenta la angustia de ese desplazamiento. Entre cada partida y llegada del circo este artista pone a prueba su arte, sabe el riesgo que hay en cada viaje: perder el norte en sus movimientos… Tal es el compromiso de este artista con su trapecio, con su incansable ir y venir en las alturas.

Hemos pasado tantos años juntos T y yo en esta carpa que ya usamos el mismo lenguaje o bien las mismas señas. Incluso, nos servimos de las mismas comparaciones ya que sentimos y juzgamos de un modo común: cuando él abre la boca, yo aventuro sus palabras y me parece casi inútil responderle, puesto que él adivina mi respuesta.-

P se gira y dando la espalda al público, trota hasta el inicio de la pista redonda donde lo espera un pequeño trampolín a escasos metros del suelo. Sube al trampolín, toma impulso saltando un par de veces y luego de un gran salto empieza a girar en el aire mientras una voz en off cuenta de uno en uno las cuatro volteretas que hace antes de caer.

Voz en off: --Uno, dos, tres yyyy cuatro.-

Al terminar la última, cae sobre sus dos pies y los hace resbalar en forma vertical haciendo un split sobre la arena (una especie de tijera). Se levanta y dice:

El presentador P: -Con ustedes y conmigo, allí arriba, en el territorio de los pájaros. Arriba, alto, muy alto, hacia donde va la luz está ¡T! El único hombre que vive colgado de su trapecio. Colgado arriba, trapaceando cerca del cielo de la carpa donde hay una luna de plástico y siete gigantescas estrellas de papel. Con ustedes, sí Cooooooooooonnnnn ustedeeeeeeeees: ¡T!

¿T?...

¿T, dónde estás?, ¿T?, ¿Qué ha pasado?-

El niño: -¿Dónde está el trapecista?-

El Observador: -El silencio que deja la ausencia del trapecista resuena en una tímida risa del público. Tímidamente van apareciendo sonidos sordos que cada vez se hacen más cercanos y continuos: caramelos que se abren, butacas de madera que crujen. El público, sin alguien en escena, pierde su lugar, se siente incomodado, ahora es su turno para actuar. Los murmullos y las risas se amplifican cada vez, todos esperan que la función-ficción siga, pero... Son varios, muchos, los más, que se inquietan, seres poco tolerantes al vacío generado por la aparente ausencia de T.-

La luz comienza a aumentar, el circo enseña su arquitectura, sus objetos, el decorado que surge con mayor claridad cuando no hay escenas.

El Observador: -Puedo precisar la forma de la bóveda, las letras escritas detrás de cada butaca, leo 154, cosas recién muertas. El solitario trapecio, en lo alto, va y viene. Los movimientos del trapecio están librados al aire.-

Un leve viento circula en lo alto de la carpa y mueve estructuras de metal que dan vueltas alrededor de un eje.

El Observador: -De pronto, el cono de luz que se agranda descubre al trapecista montado en un segundo trapecio. El presentador P lo mira extrañado. El gesto descompuesto de su rostro no permite develar si esto es una nueva duda que plantea la ficción. Algo está fuera de lugar, ¿dos trapecios y un solo trapecista? El cono de luz dirige la mirada de los espectadores, los entorpece, no los deja ver otra cosa. La luz da vida a la penumbra y en la penumbra queda un trapecio vacío; en el otro trapecio T comienza su nuevo número.

El trapecista llama con una seña al presentador. Éste se acerca, el trapecista deja caer un papel que vuela hasta las manos del presentador. P abre el papel y duda unos segundos. Mira hacia arriba y ante el gesto insistente del trapecista comienza a leer.-

El presentador P: -

“Yo, el trapecista, decidí un día no despegarme de la barra (mi padre)

......................afanado en perfeccionar mi arte decidí

no salir,

............................no bajar,

quedarme arriba,

.................................aquietarme en un lugar,

conocer lo conocido,

.......................................¿sedentarismo de pensamientos?

Y más aún, arrepentido de no haberme servido de mi génesis progenitora

........................................................pido hoy un segundo trapecio (mi madre)

en el cual refugiarme definitivamente.”-

El Observador: -Mientras P da voz a las letras del trapecista, éste, inadvertido por la mayoría de los espectadores, atraviesa el cono de luz y asciende por la penumbra hasta lo alto de la carpa. Desde allí abre una diminuta ventana y dice en voz alta:

El trapecista: -¡Adelante!, ¡adelante!-

El Observador: -El grito del trapecista atrae las miradas curiosas. La ventana es atravesada por un pájaro. El animal sobrevuela salvaje-mente el interior de la carpa. Pasa a escasos centímetros de mi cabeza, choca contra las lonas. Va y viene, una y otra vez. Va y viene hasta serenar su vuelo, hasta acostumbrarse a sus nuevos límites.-

El niño: -¡Papá, mira, un jilguero dorado! -

El hombre de la butaca 154, o el Viejo: -¡Miriam!-

El público: -¡uhhh!, ¡uhhh!-

El Viejo: -Un trapecista con dos trapecios, es la ausencia del otro revoloteando en lo alto. ¡Ay!, es la ausencia de Miriam que me sigue a todas partes.-

El Observador: -Las palabras del viejo me asustan. Las ausencias son lazos que nos atan, son eso: sedentarismo de pensamientos. La ausencia nos detiene, acaso permite que nos movamos, pero es tan fuerte el dolor que no podemos desplazarnos, y movernos parece el simulacro de un vuelo. Pero sólo es un simulacro. ¿Qué hará el trapecista?, ¿pensará volar?, ¿danzará con Miriam?...-

El Padre: -¿Dónde estarás?-

El Observador: -El trapecista, a la par del pájaro, realiza la tarea de ondear al aire. Los movimientos del trapecista: su ir y venir, su intrepidez y esa grácil forma de aparecer y desaparecer de la barra, de ir de trapecio a trapecio, es una tentativa de extenderse en el aire, de reposar en él. Ansío trapecear.

Pájaro y trapecista, forman círculos en el aire. Luego de la danza el pájaro se posa sobre el hombro del trapecista. T estira su brazo y deja caer un nuevo papel que llega a las manos del presentador. Éste lo lee.

El presentador P: -En el aire uno está obligado a ser nómade. Sólo se puede ser nómade en un territorio en el que no hay dueño, por ello he decidido

no salir,

....................no bajar,

quedarme arriba,

...........................aquietarme en el lugar de los pájaros-

El Padre: -Hijo mirá, el trapecista se ve tan diminuto danzando por los aires.-

El niño: -Papá, no está danzando, más bien parece que está quieto mientras vuela. Me gustaría quedarme con él para que me enseñara a quedarme en el aire.-

El Viejo: -Un pájaro que va y viene, también Miriam.-

El Observador: -Termina el número del trapecista, allá arriba, cubierto en un crujiente envoltorio de aplausos, aclamaciones, miradas de admiración, bocas abiertas. Desde abajo T parece un animal distinto de los animales que aplauden. Parece que sintiera un enorme placer, pero también miedo de los animales que aplauden; aduladores con quienes seguro habrá aprendido el difícil arte de la modestia.-


PARTE C:
DESPUES DE LA FUNCIÓN –en las afueras del circo-

El enano vestido de arlequín: - ¡No se pierdan la próxima función!...-

El muchacho va y viene entre los espectadores hablándole a su pájaro enjaulado.

El niño: -¿Este no es el pájaro que volaba con el trapecista? ¿Por qué nos vamos papá?, quiero otra bola de algodón.-

El Observador: -El hombre de la butaca 154, el Viejo, se aleja lentamente del circo hasta que desaparece devorado por la oscuridad de un callejón. Lleva un traje antiguo y raído, silba una melodía. A la vuelta de un recodo ladra un perro, le enseña las fauces, corre a su encuentro hasta tensar la cadena que tiene al cuello. El perro está amarrado a un bello palo rosa en floración. Sigo al viejo, continuo su vagabundeo. El Viejo le habla al perro definiendo su espacio, como si planteara un problema geométrico a un niño.-

El Viejo: -Tu espacio se limita a un círculo de quince metros de radio. Un círculo de quince años de radio, vacío, Miriam está sentada en el centro, y yo sólo puedo caminar por el borde.-

El Observador: -El Viejo se aleja del perro y llega hasta una plazoleta. Hay una rueda de gente, un círculo de quince metros de radio y, en el centro, una pareja baila un tango.-

El Viejo: -“ ................................................trapecio
......................................................................................aire
.....................................................................................tierra
.....................................................................................piso
....................................................................................Miriam
...................................................................trapepiso
...................................................................el piso es un trapecio
giro voltereta giro gira giran giramos contorneamos voltereteamos torsionamos torsión
..................................................................contorsión
..................................................................con-torsión
..................................................................Miriam torsión-con

torsión con

tango

...........torsióntango


tangopiso tangopuente tangoaquí allátango mundotango

tangovida tangollanto tangoqueja tangorrisa trapetango

tango

...........tanto

......................tanto tango

.............................................tanguedia-

El observador y el viejo están ubicados frente a frente y separados por el espectáculo de la plazoleta, cada uno habla dirigiéndose a quien tiene a su costado.

El Observador: -El tango es un arte corporal que se practica a ras del piso, bajo el cielo estrellado de alguna plazoleta o bajo las luces de un café vuelto milonga.-

El Viejo: -El tango es una queja o una risa que ejecutan dos trapecistas sobre un pisotrapecio, sin más cuerdas de sustentación que sus piernas y el compás.-

El Observador: -El trapetango pide más que un simple afán de perfeccionamiento: hay que poner el cuerpo entero y entregarlo al otro. El contacto humano tiene sólo los límites del dos por cuatro.-

El Viejo: -Se trata de dos trapecistas frente a frente, erguidos desde su ejetrapecio, cuerpo a cuerpo, costado a costado.

El Observador: -El tango hace imposible la inmovilidad. Todo instante de quietud presiente y contiene movimiento: torsión, giro, girosalto, roce, voltereta, un corte y una quebrada.

El Viejo: -Tanguedia.-

El Observador: -El tango no amenaza la existencia, se desliza cadencioso por ella. Pasión tolerante de otras pasiones, fluye, transpira, muscula, enreda y desenreda.-

El Viejo: -El tango: un conjuro para anular la soledad de este Viejo y de aquel Trapecista.

Al final del baile, el Viejo y el Observador se cruzan sin tocarse. Por una pura coincidencia el movimiento del cruce de cuerpos reproduce “el 8”, un clásico paso de tango. El Observador sigue el camino del Viejo hasta que éste se detiene a ver el anuncio de la exposición “Contra-puestos de Deseos”.




PARTE D:
AL MEDIODIA SIGUIENTE –en un café-


El Padre: -¿Viste el circo que anuncian todos los días en la tele?, ¿lo conocés?, ¿no?, ayer fui con mi hijo.

Te cuento, porque quería charlar un rato de esto con vos, es que en la función se me plantearon un montón de cosas. Te lo resumo un poco, como para que tengás una idea.

Resulta que hay un tipo, el trapecista, que me impactó mucho. El loco es re bueno, pero está todo el día en el trapecio, no baja para nada, ni siquiera para comer. El trapecio es su mundo, es todo para él. Un día, como pasa a veces, el circo se tiene que trasladar, y la movida es re grosa, porque el flaco no se puede despegar del trapecio, así que el tiempo que dura el viaje, el loco está re mal, desesperado por llegar, porque él casi nunca baja, se pone muy nervioso y el dueño del circo, que viaja con él, se re preocupa, porque como el tipo es muy bueno en su laburo tiene miedo de que le pase algo y perder la estrella del circo. Cuando están en el viaje, el trapecista se pone muy mal, no habla y se pone a llorar, entonces el del circo se acerca y le pregunta qué le preocupa, pero él no le contesta. Parece que no soporta los desplazamientos. Bueno, resulta que el tipo va y presenta el número más impactante del circo, el del trapecista, y cuando suben las luces está el trapecio solo, sin el trapecista. Pasa un rato largo y nada, todo el mundo nervioso. Empiezan a encender todas las luces y de repente aparece el trapecista en un segundo trapecio. Imagináte, un solo trapecista y dos trapecios.

Ahí termina, ahora lo que a mí me pasó fue re loco, porque empecé a pensar... ¿y si el espectáculo del circo es una metáfora? Qué tal si lo que aparece ahí como un trapecista es un tipo cualquiera, y el trapecio es alguna cosa a la que está colgado y no se puede despegar, qué se yo. Como le pasa a un amigo mío que si no labura 18 horas por día se vuelve loco, como si tuviera miedo de hacer algo con su tiempo libre, o a una prima, que está re flaca, pero si engorda un kilo, se vuelve loca y quiere bajar dos. Después pensé que a lo mejor podía ser el típico "colgado", ese que está en las nubes, que nunca pisa el suelo, y que tiene un poco de miedo a lo real, a lo de verdad.-

Pasan unos segundos en silencio.

El Padre: -No, esto es cualquiera, porque el circo este es buenísimo, no creo que hayan pensado estas pelotudeces cuando escribieron el guión del espectáculo. Es un espectáculo y nada más. Además el que se lo inventó no conocía ni a mi amigo, ni a mi prima.

A vos qué te parece, es cualquiera, ¿no?

Me parece que estoy un poco chapa, olvídate, mejor hablemos de otra cosa.-

El Padre mira su celular con insistencia.

El Padre: -El otro día me robaron el celular. Me puse re mal, me quedé callado, no podía hablar y me puse a llorar. Entonces mi mujer se acercó y me preguntó que qué me preocupaba, y le dije que por las dudas a que me pase de nuevo, es mejor tener dos celulares y ella me contesto que sí, que es mejor.-

Pahuel: –Siempre mejor dos que uno, siempre mejor más que poco, no sé… A mí, lo de que todo sea doble… Porque si el trapecista ése andaba enganchado al trapecio cómo tú al celular, no sé si mejor dos que uno. Lo que es estar enganchado y no poder moverte.-

El Padre: -No, es que estoy esperando una llamada, o un mensaje.-

Pahuel:

Dos trapecios - un trapecista,

........................Los móviles

Trepar al trapecio y de pronto ver que lo doble tampoco es moverse, sino paralizarse. Entonces la duplicación de los móviles nos engancha y nos detiene en el afán de movernos como una

......................rueda

....................................¿Los pájaros? -

Mientras el Padre y Pahuel hablan, el Observador está sentado en una mesa contigua y escucha que hablan del circo. De pronto deja de escucharlos al ver un rostro conocido del otro lado del vidrio, fuera del café. Es el Viejo que saluda a alguien y entra. El Observador lo invita a sentarse pues quiere hablar sobre trapecios y ausencias, piensa que el trapecio es un simulacro de viaje.

El Observador: -Creo que coincidimos ayer en el circo, ¿qué le pareció a usted el número del trapecista?, He pensado que: El trapecio posibilita un movimiento de “ir y venir”, pero quien va y viene en un trapecio tanto como en una hamaca o columpio está “siempre” en el mismo punto. Quien se columpia, hamaca o trapecea se halla siempre en el mismo lugar.

El trapecio permite un movimiento pero no posibilita un desplazamiento.

Y esta particularidad de “no desplazamiento” acaso sea la del artista del trapecio… no todo movimiento permite un nomadismo… -

El Viejo, quien por su edad conoce los laberintos de la fisonomía humana, observa al Observador y comprende por el modo en que éste arquea las cejas y las comisuras de sus labios, que su indagación no tiene otro motivo que hablar de Miriam. Así que el Viejo hace el movimiento de la tortuga y apenas saca su cabeza para observar el ambiente.

El Viejo: -Podríamos referir a los móviles de Calder, los cuales y al igual que la rueda de bicicleta de Duchamp están fijos a un punto, es decir, se mueven pero no se desplazan.-

El Viejo saca de su bolsillo el recorte de periódico con la noticia de una exposición.





.......M. Duchamp Rueda de bicicleta, 1913 ..... .. A. Calder Estrellas danzantes, 1940

El movimiento de la rueda de la bicicleta depende de la mano de quien la haga girar, la rueda gira y queda fijada a un taburete.

Los movimientos de los “móviles” están ligados a la naturaleza, principalmente al aire, librados a él. Es el aire quien mueve estructuras de metal que dan vueltas alrededor de un eje.-

El Observador: -Estuve en la exposición, pero no observé la analogía con el trapecio. La verdad es que las Estrellas danzantes me impresionaron mucho, una especie de masa que se mueve con el viento a su capricho como los pájaros, pero ¿por qué los pájaros a veces parece que danzaran? Supongo que el trapecista es como esa masa que el viento mueve, y creo que se angustia al danzar cuando piensa que lo suyo es un arte y no un espectáculo.-

El Viejo: -Trapecista y empresario. Ahí tienes dos móviles más que se mueven ligados a su naturaleza. Cada giro y anhelo de volver a tocar la barra, el juego de aparecer y desaparecer sobre la barra, esa grácil forma de ondear con el aire, es un arte que podría desvanecerse en el mismo viento. La ligereza, la levedad conquistada durante años pueden de repente ser sólo un recuerdo si se tropieza con la propia rutina de obligarse a volar. Ese es el riesgo del triple salto mortal, sucumbir a la naturaleza del otro móvil: el empresario.-

El Viejo respira honda-mente.

El Observador: -Miriam.-

En la mesa contigua.

El Padre: -Sí, es que la esperamos, hasta compramos un algodón de azúcar para ella, pero no vino con nosotros a ver el circo, me dijo que había perdido…-

Pahuel: -¿Que había perdido qué? ¿Al perro?-

El Padre: -No, que había perdido el deseo de estar… que sentía que estar a mi lado era un sedentarismo que la abrumaba.-

En la otra mesa.

El Viejo: -Sí, Miriam. Sucumbió, cayó y sabía que cuando cayera ella caeríamos todos, entonces esa caída sería equivalente a trazar con un dedo en la tierra el camino por el que circulará el agua.-

El Viejo y el Padre:-

Ella (trapecista de muda voz y sórdidas palabras)

prefirió desasirse de este trapecio.

........................Se sirvió del él para mostrar su arte,

Su belleza,

..................pura estética,

decidió..........................bajar,

salir,......................

.........................subir,

mover-se,

...................vivir,

...............................viajar,

¿nomadismo de pensamientos?

Conoció el amor: su segundo trapecio,

....................................................................su única voz.