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28.1.08

Producciones

A continuación se enumeran las producciones de los participantes del 2do juego
(la presentación de las producciones responde al orden de recepción de las mismas)





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Diego De Souza
1.

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Diego Balmaceda
2. Atado

El empresario trepó por la escalera de cuerda, ya temía en los últimos tiempos hablar con él, no bien se acercó el trapecista dijo: ­- No tengo ganas de hablar; un poco porque estoy cansado y otro poco porque no tenemos nada que decirnos. Tú y yo usamos ya el mismo lenguaje, nos servimos de las mismas comparaciones, a causa de estos años de trabajo conjunto sentimos y juzgamos de un modo común . Cuando tú abres la boca, yo aventuro tus palabras, y me parece inútil responderte puesto que tú, a la vez, adivinas también mi contestación. Después de compartir estos años de cariño, de ordenes y miradas bonitas ha creado en nosotros, como en tantos, un equilibrio que se llama ¡Armonía! o ¡Monotonía!, da lo mismo. En verdad no bastará con dos trapecios, sino más bien un cambio de circo, yo siento ahora una verdadera necesidad de marcharme.
El empresario retrocedió, sorprendido se inclinó hacia atrás, lo miró fijo a los ojos y con sus labios casi inmóviles murmuró: - ¿ Marcharte?. El trapecista escudriño con una mirada rápida todo el circo y prosiguió: - Dicen que el caballo de circo o el caballo de coche, se reanima al oír una marcha militar. Pues yo me siento un poco como ese caballo, tú mi empresario querido ya tienes tu rumbo y tus años viejos, yo en cambio confío en primaveras o inviernos nuevos. Tú sin querer me has dormido, me has dominado porque me amas con nobleza. Si duermen en una misma cama una vieja y su nieto, el niño envejece y la vieja absorbe su juventud. El empresario asintió con su cabeza pero agregó con despecho: - No comparto del todo, dudo que nos conozcamos tanto, pues bien estoy dispuesto a acompañarte hasta la puerta, y a despedirte sin dar ningún portazo.
La puerta ha quedado abierta y el muchacho aún duda si bajar y huir.

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Martha Palacio Avendaño

3. Segundo trapecio

El empresario creía comprender. La frente ya no lisa, la señal del adiós de la infancia, un pliegue por momentos esbozado.
La calma de aquel sueño tras el llanto, parecía la victoria de un sí para otro trapecio aunque más bien era la derrota de un arte por el espectáculo.
El empresario se deleitaba ante los números que imaginaba podía sumar con su nuevo espectáculo, pero se estremecía al pensar en las nuevas exigencias del artista. Los pliegues que creía ver en la frente aún lisa, eran la señal inequívoca de una rutina. Entre montar y desmontar la carpa el empresario se llenaba de ilusión ante lo venidero. El artista por su parte, con cada monte y desmonte de la carpa, se empolvaba las manos con tanta concentración como si se tratara del movimiento más difícil, del número que más requería de su disciplina. Entre cada partida y llegada el artista ponía a prueba su arte, sabía del riesgo que podía haber en cada desplazamiento: perder el norte en sus movimientos y trato con los otros, olvidarse esta vez del arte de la adulación y la modestia.
El trapecista ya no niño no lloraba pues por una pérdida, sino por el acecho de nuevas conversaciones que hicieran de su danza en el aire el regocijo de un espectáculo. Los movimientos del trapecista: su ir y venir pendiendo, su vulnerabilidad convertida en precio, el respeto ante la gravedad, su maravillosa intrepidez y esa grácil forma de ondear con el aire, habían ido tejiendo una maraña de razones para pedir un segundo trapecio. Si lograba moverse de un trapecio a otro, podría hacer que su danza representara el vuelo de los pájaros.
Él sabía bien que sus acrobacias en el aire se rentabilizarían, pero también sabía que si su arte no era el modo de vida que pudiera defender acto tras acto, su triple salto sería mortal. Cada giro y anhelo de volver a tocar la barra le llevarían de la mano de la angustia por parecer una especie de masa que se mueve con el viento a su capricho.
Si cedía a pedir ese otro trapecio, porque estaba cediendo a romper su rutina para ganar visitantes, era por augurar el éxito al director, pues él ya no se sentía parte de ese juego infantil del riesgo, de ese salto sin ataduras. Ya no era él quien buscaba la perfección y la ligereza, ya no le interesaba conjurar a las víctimas que acudían al circo para ser encantadas con la fantasía de ese lugar que cada seis meses hacía de lo imposible lo posible y del absurdo un sentido. El trapecista a su corta edad entendía bien el juego de aparecer y desaparecer sobre la barra. Pero esta vez el juego había terminado. El arte podía desvanecerse en el mismo viento y la ligereza, la levedad que había conquistado desde sus primeros años juveniles, habría empezado a ser un recuerdo. El trapecista temiendo ya no pertenecerse, abandonando su arte y su modo de vida iban a dejar la huella honda de un querer reposar. La estrategia del segundo trapecio haría que su vuelo como el de los pájaros no necesitara nada, aunque para seguir triunfando alguien le añadiera un fin como el divertimento.
El trapecista, cada día menos niño, perdía el frescor del salto y su nueva rutina se le presentaba como una exigencia de volver a bajar del trapecio y hacerse un hombre solitario. Si salto de un trapecio uno a un trapecio dos, pensaba, los convidados sabrán que mi arte ha mejorado. Pero mi deseo es extenderme en el aire y dejarme reposar en él.
Presentar a un artista con dos trapecios podría entenderse como cuestión de la complejidad de su arte, sus movimientos pendulares, vibrantes para alcanzar con precisión a la barra serían la muestra de un movimiento complementario, el fin por el que el público vendría a ver su vuelo. Y ello no era cuestión que pasara del todo inadvertida al empresario.


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Natalia Franco

4.

Che, estuve leyendo un cuento buenísimo, de Kafka, es uno de un trapecista, ¿lo conocés?, ¿no?
Te cuento, porque quería charlar un rato de esto con vos, es que leyéndolo se me plantearon un montón de cosas.
Te lo resumo un poco, como para que tengás una idea.
Resulta que hay un tipo, el trapecista, que vive en el circo.
El loco es re bueno, pero esta todo el día en el trapecio, no baja para nada, ni siquiera para comer. El trapecio es su
mundo, es todo para él. Un día, como pasa a veces, el circo se tiene que trasladar, y la movida es re grosa, porque el flaco
no se puede despegar del trapecio, así que el tiempo que dura el viaje, el loco está re mal, desesperado por llegar, porque el
casi nunca baja, se pone muy nervioso y el dueño del circo, que viaja con él, se re preocupa, porque como el tipo es muy
bueno en su laburo tiene miedo que le pase algo y perder la estrella del circo. Cuando están en el viaje, el trapecista
se pone muy mal, no habla y se pone a llorar, entonces el del circo se acerca y le pregunta que qué le preocupa, y él le
dice que quiere un show con dos trapecios y el otro le dice que sí, que no hay drama.
Ahí termina, ahora lo que a mí me pasó fue re loco, porque empecé a pensar... y si el cuento es una metáfora?? Que tal si
lo que aparece ahí como un trapecista es un tipo cualquiera, y el trapecio es alguna cosa a la que está colgado y no se puede
despegar, que se yo, como le pasa a un amigo mío que si no labura 18 horas por día se vuelve loco, como si tuviera miedo de
hacer algo con su tiempo libre, o a una prima, que esta re flaca, pero si engorda un kilo, se vuelve loca y quiere bajar dos.
Después pensé que a lo mejor podía ser el típico "colgado", ese que está en las nubes, que nunca pisa el suelo, y que tiene un
poco de miedo a lo real, a lo de verdad.
Estuve un rato así, pensando, y después dije, no, esto es cualquiera, porque el flaco este, Kafka, es re groso, no creo que
haya pensado estas pelotudeces cuando lo escribió. Es un cuento, una historia, además no conocía ni a mi amigo, ni a mi prima,
creo que ni habían nacido cuando el tipo lo hizo.
A vos qué te parece?? es cualquiera, no?
Me parece que estoy un poco chapa, olvidate, mejor hablemos de otra cosa.
Cómo andan tus cosas? Me enteré que te compraste una casa, me dijeron que está re buena, ¿tiene garage para el Audi? Es que
claro, como quieren tener pibes, primero hay que asegurase algunas cosas, además nunca se sabe, ¿viste?, porque.. ¿cómo hace uno
sin guita, sin casa propia, sin auto,, sin internet, sin vacaciones en un buen hotel, sin shopping, sin spa?. Yo te
entiendo, me pasa lo mismo, el otro día me robaron el celular, me puse re mal, me quede callado, no podía hablar y me puse a
llorar, entonces mi mujer se acercó y me preguntó que qué me preocupaba, y le dije que por las dudas que me pase de nuevo,
es mejor tener dos celulares y ella me contesto que sí, que es mejor.


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Marcel Bofill

5.


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Susana Capitanelli


6.



trapecio
aire
tierra
piso
trapepiso
el piso es un trapecio
giro voltereta giro gira giran giramos contorneamos voltereteamos torsionamos torsión
contorsión
con-torsión
torsión-con

tango
torsióntango
tangopiso tangopuente tangoaquí allátango mundotango
tangovida tangollanto tangoqueja tangorrisa trapetango
tango
tanto
tanto tango
tanguedia





El tango es un arte corporal que se practica a ras del piso, bajo el cielo estrellado de alguna plazoleta o bajo las luces de un café vuelto milonga.
El tango es una queja o una risa que ejecutan dos trapecistas sobre un pisotrapecio, sin más cuerdas de sustentación que sus piernas y el compás.
El trapetango pide más que un simple afán de perfeccionamiento: hay que poner el cuerpo entero y entregarlo al otro. El contacto humano tiene sólo los límites del dos por cuatro. Se trata de dos trapecistas frente a frente, erguidos desde su ejetrapecio, cuerpo a cuerpo, costado a costado. Dos junto a otros muchos dos: el tango es gregario, no resiste la soledad, sí el tiempo.
El tango hace imposible la inmovilidad. Todo instante de quietud presiente y contiene


movimiento: torsión, giro, girosalto, roce, voltereta, un corte y una quebrada. Tanguedia.
No hay sucedáneos del tango, que responde a un modelo nómade-sedentario: sus tangorsiones provienen de un pasado nómade, arraigan, se sedentarizan, crecen, se transforman, Piazzolean, Boccatangan, Mederan y tangojazziran, se inquietan y parten. El tango viaja en el espacio y en el tiempo, puentea, conjura el miedo a la quietud y a la torpeza. Uno, dos, tres, cuatro, giro, puente entre geografías, razas, edades, con arrugas y sin arrugas. Prohibido para niños de frente lisa e infantil.
El tango no amenaza la existencia, se desliza cadencioso por ella. Pasión tolerante de otras pasiones, fluye, transpira, muscula, enreda y desenreda.
El tango es un conjuro para anular la kafkiana soledad del trapecista.



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Silvina Juri

7. Dos hermanos trapecistas

-continuaron con la profesión de su padre-



Él –ensimismado en el trapecio- decidió no despegarse de la barra (su padre).


Afanado en perfeccionar su arte decidió
no salir,
no bajar,
quedarse arriba,
aquietarse en un sitio,
conocer lo conocido
¿sedentarismo de pensamientos?



Y más aún: el arrepentimiento de no haberse servido de su génesis progenitora al pedir un segundo trapecio (su madre)
en donde refugiarse definitivamente.






Ella -Suma Katra, trapacista de muda voz- prefirió desasirse (sólo un poco) del trapecio (su padre)
Se sirvió de él para mostrar su arte,


su belleza –pura estética-


Decidió
bajar,
salir,


subir,
mover-se,
viajar,
¿nomadismo de pensamientos?


Conoció el amor –el Sr. Betz, un hombre tronco- su segundo trapecio,

su única voz.

(*)

(*) Referencia a "Jesús Betz" (2001)


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Sebastián Serrani


8. El trapecio, entre moverse y quedarse quieto.



I
… Entonces el trapecista está, de algún modo, encerrado en su trapecio, atravesando, como sugiere el titulo del cuento, su primer sufrimiento.
El artista del trapecio habita la rutina de ser nómada siendo incomodado por ella, tal como plantea el relato “hubiese podido vivir tranquilamente de no haber sido por los inevitables viajes de un lugar a otro”. El hecho de no soportar los “desplazamientos” determina cierto sedentarismo del artista, quien prefiere, siguiendo a la ficción, quedarse sentado, sin que el circo mude, hamacándose en su trapecio, mirando a los hombres desde arriba como lo hacen los pájaros.

II
El trapecio posibilita un movimiento de “ir y venir”, pero quien va y viene en un trapecio tanto como en una hamaca o columpio está “siempre” en el mismo punto. Quien se columpia, hamaca o trapecea se halla siempre en el mismo lugar.
El trapecio permite un movimiento pero no posibilita un desplazamiento.
Esta particularidad de “no desplazamiento” del objeto-trapecio insinúa idéntica particularidad del artista del trapecio, quien parece complacerse de los movimientos en el trapecio pero no de los desplazamientos con el circo.

III
Siguiendo la idea de la negación del desplazamiento y considerando que no todo movimiento genera un desplazamiento, es decir, no todo movimiento permite un nomadismo, podríamos referir a los móviles de Calder, los cuales y al igual que la rueda de bicicleta de Duchamp están fijos a un punto, es decir, se mueven pero no se desplazan.

Rueda de bicicleta, 1913 Estrellas danzantes, 1940




El movimiento de la rueda de la bicicleta depende de la mano de quien la haga girar, la rueda gira, da vueltas como en un contrasentido y queda fijada a un taburete.

Los movimientos de los “móviles’ están ligados a la naturaleza, principalmente al aire, librados a él. Es el viento quien mueve estructuras de metal, las cuales, dan vueltas alrededor de un eje.


IV



El trapecio - El trapecista

Los móviles

La rueda

Los pájaros




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Tomás Muñoz Sacristán


9. Grasa


Ayer noche, cuando salí del templo, me rondaba la cabeza una melodía cuya procedencia no identificaba. La ciudad estaba oscura. Primero cortaron la luz. Las autoridades prometieron que sería transitorio. En seguida los ladrones de cobre se llevaron el tendido. Pronto solo quedó luz donde había ruido, en aquellas esquinas en las que los vecinos instalaron grupos electrógenos. Hombres armados vigilaban el ruido. Yo caminaba tranquilo. Mi melodía, extrañamente clara frente al ruido denso. Un anciano andrajoso no supone ni una presa ni una amenaza.

Antes de llegar a casa reconocí la melodía. Miriam. Era la música del número de Miriam. Tantos años atrás.

—Sólo se puede ser nómada donde el territorio no tiene dueños.
Miriam mantenía conversaciones con seres invisibles mientras yo le daba de comer pan mojado. No tenía dientes.
—¿De qué hablas, Miriam?
Cuando conocí a Miriam ella era la amante del Ogro. Yo entré a trabajar en el circo como servidor suyo. Servidor del Ogro, quiero decir.
—Un nómada precisa de una buena cabalgadura —repetía Miriam para sí.
Miriam fue trapecista. Yo estaba enamorado de ella y ella lo sabía y me sonreía y me besaba alguna vez en la mejilla mientras esperábamos al Ogro.
Luego la recogí cuando el Ogro se suicidó. Un terrible suicidio dedicado. Un suicidio que condujo a Miriam a la locura. Pesadillas con superficies grasientas. La grasa, una película resbaladiza que lo recubría todo, todos los asideros a los que ella trataba de echar mano. Hundía sus manos en el talco y el talco se transformaba en manteca. Le entró pánico a actuar.
Me hubiera gustado curarla, sanarla, devolverla a su cordura como el caballo desjinetado vuelve aturdido al refugio del establo. Paja amarilla en el suelo.
—Los que se están quietos siempre tienen envidia de los que nos movemos.
Miriam estaba loca pero tenía razón. Los quietos son envidiosos. Así se torció todo. El Ogro perdió sus cocodrilos del amazonas en una ciudad ética y quieta que se los requisó por carecer de nosequé permisos. Amordazaron a los bichos y los cargaron en una ambulancia veterinaria para trasladarlos al zoo. Sin cocodrilos el Ogro no era nadie. Hablaba a la gente como hablaba a sus cocodrilos. Ya entonces bebía, ya entonces pegaba un poco a Miriam.

Salgo a la calle a buscar comida. Me ladra un perro, me enseña las fauces, corre a mi encuentro hasta tensar la cadena que tiene al cuello. El perro está amarrado a un bello palo rosa en floración.
—Un círculo de quince metros de radio —le hablo al perro definiendo su espacio, como si planteara un problema geométrico a un niño.

A veces Miriam se sumerge en un ensimismamiento placentero. Sonríe. Y reconozco en su rostro la situación lejana. Vuelvo a verla en lo alto. Cubierta en un crujiente envoltorio de aplausos, aclamaciones, miradas de admiración y asombro, bocas abiertas. Sintiéndose un animal distinto de los animales que aplauden. Sintiendo un enorme placer, pero también miedo de los animales que aplauden.
—En el aire uno está obligado a ser nómada. Es el territorio el que te obliga a ser nómada.

Cuando arrebataron al Ogro sus dientes temibles, sus animales-flecha-boca, el Ogro comenzó a hundirse lentamente. Le vimos descender, poco a poco, tragado por la envidia. Miriam y yo abandonamos la ciudad ética, siguiendo las actuaciones del circo y el Ogro se quedó. Se autoexilio deteniéndose. No quiso aceptar otro trabajo en el circo.
Arenas movedizas vino tinto en tetrabrik.
Compró una jaula y un canario (le llamaba Miriam) y vagabundeaba por la ciudad hablándole a su pájaro encerrado. Culpando a Miriam de su desgracia. Una mañana el canario amaneció tieso, congelado, y el Ogro en silencio, acumuló todas sus fuerzas para un último acto. Recogió un tablón estrecho y alargado de la calle, la antigua pared lateral de un armario. Se coló en un portal abierto. Cargó el tablón hasta la azotea como si fuera un viejo mozo de mudanza y allá arriba se las apañó para encajarlo y sujetarlo de forma que el tablón se convirtió en un trampolín para saltar al vacío. Todo eso lo leí en los periódicos. Saltó. Dicen que saltó desnudo. Se embadurnó el cuerpo con grasa y lo espolvoreó con brillantina y le dedicó su suicidio a Miriam. Una vecina lo vio y aseguró que una vez en el aire dio giros y piruetas torpes y enloquecidas.
En los periódicos no hablaron de maldición pero yo comprendí que esa caída era equivalente a trazar con un dedo en la tierra el camino por el que circulará el agua.

En la basura he encontrado un hueso. Un hueso largo. Un fémur quizás. Al volver a casa se lo tiro a mi amigo el perro. Pronto su círculo estará alfombrado por flores amarillas.